sábado, marzo 07, 2009
Lo ha dicho: Niña Incógnita, a las 10:57 p. m.

Hasta que por fin mi barco llegó a la arena caliente, a tierra soleada, donde hay mucho que recorrer, y mucho que ganar. La nube se fue, por fin se fue.

Tengo tantas ideas locas en mi cabeza, hace rato que quería animarme para escribir cualquier cosa, porque siento que necesito sacar los mundillos hacia fuera, ordenar mis cosas.

El verano curiosamente ha sido frío, no tomé vacaciones, pasé de largo, tampoco podía llegar y partir, sólo tuve un fin de semana que me pareció de quince días.
Mi oficina es vainilla, los vidrios de mi ventana no están tan limpios como quisiera, pero creo que no tengo derecho a quejarme, estoy bien así.

Los días pasan tan rápido, que casi estoy flotando en los acontecimientos. La rutina está instalada, con la mecanicidad de mis días. Pero me traigo algo grandote entre mis manos, una idea que me parece un sueño, un dulce inalcanzable, pero estoy aquí, luchando por eso.

Me he fijado que el trabajo es un mundo, cada lugar de trabajo es un mundillo interesante, y desde que llegué al mío estoy observando.

Me gustaría una ventana que mostrara algo más que el cielo y los tejados, y unas puertas de vidrio que no revalaran tanto.

Ahí detrás de ellas está Tomás.

El día que llegué, hace tiempo ya, me recibió con un terno gris, del mismo color de mi chaqueta, lo primero que vi fueron sus cejas tan tupidas, tan negras, tan intensas, y ese anillo ancho, liso que lleva en la mano izquierda, plateado, brilloso.

A ratos creo que se siente incómodo, o más bien me siento incómoda yo, de tener menos experiencia que él y llegar a un lugar un poco más alto que el suyo. Pero me lo he ido ganando a pulso, teniendo cuidado de no pasarlo a llevar. No es mi amigo, no sé si lo llegaremos a ser, tampoco me interesa eso. Sólo quiero que trabajemos bien.

A través de las puertas de vidrio veo sin querer, a Carolina, todos los días, en todas las horas de almuerzo, pero hago como que no veo, como que no se. A veces están abrazados escuchando música, a veces sus manos están juntas.

Los primeros días creo que es su pareja o algo similar, pero no sé por qué no me intereso más, no pregunto nada... además qué tengo que andar preguntando cosas, si tampoco quiero contar mi vida.

Un día de febrero está nublado, tengo frío, asi que me estoy moviendo de un lado a otro, haciendo cosas, para aguantar. De repente miro afuera una muchacha, blanca, blanca, está parada mirando un arreglo floral gigante que dejaron en la entrada.
Me doy cuenta que no trabaja con nosotros.

Vuelvo a mi oficina ordenando cosas, y de repente entra Tomás con la muchacha, me la presenta, me dice que es su señora. Se llama Denise. Ella me saluda muy cordial, me parece una mujer buena, impecablemente vestida. Quiere hablar más conmigo, pero Tomás se la lleva rápido, y caminan de prisa hacia la entrada, más allá del arreglo floral.