martes, agosto 25, 2009
Lo ha dicho: Niña Incógnita, a las 11:24 p. m.

El vehículo lleva colgado en el espejo retrovisor un rosario de perlas blancas semi transparentes; me subí y quedé justo mirando la cruz, el Cristo sufriendo, me quedé pegada en Él, como si hubiese por un minuto una pausa, como si me quisiera decir algo que no alcanzo a escuchar, como si yo quisiera preguntarle algo. Pero no escucho, me distraen las risas, las palabras burdas, el ruido del motor, el viento que se cuela por los vidrios a medio abrir.
El día está extraño, no sé bien si es invierno o si ya no lo es, los campos en segundo plano se ven tan verdes, contrastando con las carreteras, los edificios.
Tengo dibujada una sonrisa en la cara, pero es sólo eso, dibujada.
Tengo los ojos cansados, mi mente envuelta.

Quisiera descansar, descansar de mi misma, descansar de la rutina. Sobre todo de la rutina.

Pestañeo, y en ese instante veo el mar, inmenso tan grande, tan inagotable. Está ahí con un sol anaranjado reflejándose en sus olas calmas. Quisiera ese fondo y estar sentada sobre madera quieta respirando, viviendo, sintiendo.

El vehículo se detiene, es hora de bajar.