Lo ha dicho: Niña Incógnita, a las 3:41 p. m.
Me duele la palma de la mano, como tengo que esperar un buen rato, compré un café con saborcito a vainilla, que luego quema mi mano izquierda, y medio equilibrándome, entre cartera, zapatos ordenaditos y abrigo, busco un lugar donde quedarme.
Alejandro viene llegando impecable como siempre, se acerca y me dice que no podrá tomar las audiencias del jueves, porque tiene cosas que hacer. Y ahí con el relato que vino después, olvidé el dolor de la mano.
Era una semana normal, Alejandro es abogado, y lo habían llamado como comunmente ocurre a su oficina, para solicitar una hora. La secretaria fija la hora para un par de días.
Alejandro había llegado a su oficina, y estaba ordenando todo su papeleo. Llega el cliente un tipo de unos 48 años, que viene con otro sujeto más, que se queda en la sala de espera leyendo una revista junto a la secretaria, mientras el otro ingresa a la oficina de Alejandro.
Alejandro consulta el motivo de la visita, y este nuevo cliente comienza a preguntarle por trámites de posesión efectiva y demases. Al rato de conversación, el sujeto pone sobre el escritorio de Alejandro un maletín, lo abre, y ahora Alejandro sólo ve los ojos de su cliente, quien sigue preguntando cosas. Alejandro siente un sonido metálico proveniente del maletín, pero no sabe bien que tanto mueve su cliente.
Ahí, la respiración se detiene. El sujeto saca un arma; una pistola con un silenciador. Alejandro se queda sin voz, el tipo sostiene firme el arma en la frente de Alejandro y le dice "usted está encargado".
Alejandro apenas, logra ofrecer dinero. Pero el sujeto no quiere, dice que un "socio", digamos el supuesto mandante, ya le ha pagado. Simplemente viene a ejecutar la labor.
Alejandro había visto armas, pero nunca una así, el silenciador le pareció gigante. Intentó dialogar con el sujeto, ofreció cheques, pero el sujeto no quiso, podría ser descubierto fácilmente, y con ello sólo ganó un par de golpes.
Alejandro ofreció ir a un cajero y entregarle plata al delincuente, pero éste tampoco aceptó, sólo quería dinero en efectivo.
Vinieron muchos golpes, lo que más quería el sujeto era humillarlo, lo tiró al suelo, lo golpeó hasta que se cansó. Al ver que no había mayor dinero en efectivo, le quitó la argolla de matrimonio, su reloj, celulares, y todo lo de valor que encontró.
Al abrir la puerta de la oficina, la secretaria ya había sido golpeada, ésta rogó al sujeto de la sala de espera que no le pegara más, que estaba embarazada, fue amarrada a la puerta del baño, dejándola adentro.
Los sujetos cortaron líneas telefónicas, destrozaron todo, y amarraron las manos y pies de Alejandro con cinta de embalaje. Lo amordazaron, utilizando una toalla de manos que había en el baño. Ahí quedó Alejandro tirado en la oficina, y su secretaria amarrada a la puerta del baño.
Cuando los sujetos se fueron, Alejandro logró ponerse de pie, y salir de la oficina. La gente transitaba y lo miraban como si fuera un lunático, justo y gracias a Dios, un carabinero lo vio. Le quitó la toalla de la boca, y lo ayudó a a soltar a la secretaria, tarea dificil, porque la única solución fue romper la chapa de la puerta.
Alejandro no puede tomar sus audiencias el jueves, porque tiene que estar presente en el juicio oral. Los sujetos están confesos, y después de un año fueron detenidos. Están bajo prisión preventiva. El cliente era un ex gendarme, que probablemente tiene alguna alteración mental, y el sujeto de la sala de espera, es un delincuente conocido, que lleva más de 10 condenas a su haber.
Habían asaltado varias oficinas en Santiago, en todas, la estrategia era similar, una de ellas terminó con tiroteo incluido.
Ahora Alejandro es querellante, pero está cansado, él mismo como abogado, que entiende perfectamente el juicio, ya casi no tiene fuerzas para seguir asistiendo. La policía nunca es suficiente, y se enfurece al ver que los testigos en este juicio deben esperar horas en una sala pequeña, encerrados e incomunicados antes de declarar, donde les dan un almuerzo, sin un vaso de bebida, ni agua ni menos una taza de café.
El carabinero que lo asistió, este año se acogió a retiro, y está de testigo. La última vez que Alejandro llegó al tribunal, encontró al carabinero, durmiendo en el suelo del tribunal, cansado de esperar. Eso significó una fuerte discusión con el fiscal, pero nada ha conseguido.
Le indigna el trato a la víctima y a los testigos, son tratados peor que el imputado. El imputado tiene derecho a guardar silencio, tiene derecho a un abogado. Se le designa instantáneamente un defensor, pero y la víctima?, él mismo como querellante se siente atado de manos, porque el juicio no avanza.
Estoy decepcionado de la reforma, me dice... y lo entiendo.
Sigo sorprendida con todo lo que escuché, pero el café y el tiempo de espera ya terminó.