Estoy sentada frente a ella, a ratos cierro los ojos, y "sueño" que estoy trabajando y tengo mil cosas que hacer, después despierto y los ojos me pesan. La noche anterior estuve trabajando extraordinariamente hasta muy tarde; me cuesta olvidar, me cuesta dejar todo atrás.
La mujer apenas se mueve, no tiene arrugas, o quizás yo no las veo. Tiene un collar de oro grueso. Cierro los ojos de nuevo y vuelvo a soñar, despierto, recuerdo que yo ya no viajo con joyas, con ninguna, ya aprendí.
La mujer está de traje de tela, no sé su nacionalidad y parece que el señor canoso que está a su lado es su marido.
Queda poco para el embarque, y me paseo, ya está amaneciendo, hay muchas personas, muy distintas.
Es la hora de partir, me pongo de pie y me acerco a la fila. Hay tres personas que conversan en inglés, uno de ellos está de medio lado, me mira y sonrie.
Me pregunta si soy chilena, él es mexicano, muy parecido a juan gabriel, con pelo teñido de rubio, cejas perfiladas, anillo en el dedo meñique, y bolso louis vuitton, es muy simpático. Ahora inicia un mes de viaje con una pareja de ingleses, a recorrer Brasil, Uruguay, Argentina y Chile. Quiere terminar en Valparaíso, y Viña.
Maravilloso este aeropuerto, muy moderno, comenta él, la inglesa aporta un "very nice".
Ajusto el cinturón, olvido a la señora, al mexicano, y dejo todo atrás. Los días están tan tranquilos, tan llenos de sol, de cosas extrañas, es respirar vacaciones unos días.
Olvidé lo que me ata, el aire ya no es frío, y hay un negro que habla un español extraño para ofrecer helados, me dice "yapo comadre, cachai", me saca risas.
Rio es grande, es inmenso, me parece lindo, de pronto, miro en alto, y veo un Cristo de brazos abiertos grandes esperanzadores, como pretendiendo dar paz a este mundo.
No hay olas, en el lugar donde estoy, parece de postal, miro a mi alrededor, y la señora del aeropuerto se acerca al mar, ahora confirmo que el señor canoso es su pareja, ella es distinguida hasta para caminar en la arena.
El último día, camino con algo de nostalgia, pero alegría de regresar, el negro de los helados me grita "hey pelolais, mañana nos vemos". Sonrío y camino , no le explico que ya regreso a mi patria, porque no tendría mucho sentido.
Terminan los días que había esperado tanto, pero eran muy necesarios, al menos algunos de esos días me pude desconectar, y la vida tiene que seguir su curso normal.
En mi bolso de viaje, viene una bufanda roja, la saco y la ajusto a mi cuello de nuevo, ya estoy en Santiago.