La semana pasada fue a comprar las argollas, me habló de mil cosas.. talladas, simples, anchas, delgadas, concavas, convexas y no sé que no se cuanto.
Me dijo que van a incluir la fecha del civil, en la inscripción de las argollas, porque para el matrimonio religioso habrá que esperar hasta el próximo verano.
Está pensando en los souvenir para la fiesta, que chocolatitos, vinos... que este fin de semana va al homecenter a comprar un mueblecito para el baño, a buscar individuales... que el jueves tiene una entrevista de trabajo... y todo cambia, un proyecto de vida, un cambio bien fuerte.
Yo creo que hoy por más enamorada que estuviera no podría cambiar mi vida, me gusta mi casa, me gustan mis hermanos, me gusta conversar con mis papás. Pero también tengo súper claro que no soy tan niñita, por más que mi nick en este blog diga otra cosa.
El otro día estaba en mi escritorio, escuché a mis papás conversar en el jardín. Mi papá había comprado unas plantas, entre ellas unas hortenzias, mi mamá le dijo que se "dice" que si se plantan estas hortenzias en una casa la hija menor no se casa.... jajajjaa, yo me reía, y mi papá dijo voy a traer muchas y las voy a plantar todas!.
No pude evitar sonreir, en mi familia soy la menor de las mujeres, y mis primos son todos hombres, de manera que como comprenderán... las tías y las abuelitas de la familia están esperando un compromiso, cuestión que por el momento no me motiva, porque acabo de cerrar el cuaderno... estudie mucho mucho, y estoy recién viviendo más normalmente.
Además tengo tantas dudas con lo del matrimonio, porque una pareja tiene que superar la monotonía, lo cotidiano, la posibilidad de sentir atracción por otros y saber que a eso se tiene que renunciar porque la elección ya se hizo.
Una vez una monjita me dijo que casarse probablemente era más dificil que ser religioso, que era una vocación mucho más estricta, y creo que debe ser así.
Pero la Su dudas ninguna.... y no puedo evitar recordar las veces que salimos de carrete, las veces que estudiamos juntas, las veces que le di mis consejos con el patán de su ex, y las veces que ella me decía que un compañero de universidad se había enamorado de mi, que por qué no lo pescaba, de aquella oportunidad que viajé a su casa estando tan lejos, de los café con chocolates, de la llamada anterior al día de mi exámen de grado, y su mano dandome golpecitos en la espalda cuando estaba a punto de empezar con la exposición, de los momentos tristes y los alegres... y de esta última llamada, en que me dijo que ese día de su matrimonio, yo no puedo faltar.
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